La teoría de lo sublime en la postmodernidad


El tiempo- por decirlo de alguna manera- de la postmodernidad me remite al tiempo de la contemporaneidad del texto de Agamben. Eso es la condición anacrónica constante, permanente;  el atraso a partir de la inmediatez de la concepción de la obra.  Y a la vez la formación de esta obra que empieza demasiado pronto. Nunca puede coincidir. Y sin embargo, esto es parte del carácter de la postmodernidad. Que es parte de lo moderno. A le vez siendo, no su estado posterior, sino su estado ‘’naciente’’(de nacimiento).

La postmodernidad es el cuestionamiento de las bases en las que se funda el mundo. Es el estado de inestabilidad constante al que estamos sometidos, que es propio de esta época. El tiempo sufre esta inestabilidad también. El tiempo se encuentra fragmentado, permanentemente, en muchos presentes. Como diría Jameson, la postmodernidad vive en la esquizofrenia y por ello es incapaz de formar bases, absolutos. En la postmodernidad no existe una razón, sino muchas razones.


El arte corresponde a su época. Tras saber la inestabilidad de nuestro tiempo sería irónico querer representar concretamente en el arte. Similarmente, el desarrollo de tecnologías que capturaban imágenes fieles a la realidad vuelve obsoleta y sin sentido la mímesis en las representaciones del arte. Lyotard habla sobre la teoría de lo sublime de Kant donde lo sublime es irrepresentable. Y entonces, los artistas empiezan a tratar de invocarlo, de darle una forma en la cuál se represente lo sublime a través de una ‘’forma negativa’’. Nos deja ver haciéndolo imposible de ver. Nos causa placer, solamente causándonos dolor.  Esta paradoja me invoca a la condición de ser contemporáneo (y comprenderlo). Al dolor de no poder estar en el tiempo (in time, esperando ir a una cita a la que solo es posible no asistir) y el placer de estar con el tiempo.

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