Lyotard y la náusea

“Bajo la demanda general de la reducción y el apaciguamiento, podemos escuchar el murmullo del deseo por regresar al terror, por satisfacer la fantasía de aprehender la realidad. La respuesta es: Permítannos librar una guerra contra la totalidad; permítannos ser testigos de lo impresentable; permítannos activar las diferencias y salvar el honor del nombre” (Lyotard, 1984; p. 82).

Lyotard concluye, con la cita precedente, el capítulo ‘Respondiendo la pregunta: ¿Qué es el Posmodernismo?’. La cita es poderosa en la medida en que encarna el espíritu posmodernista; espíritu de cierta forma alineado con ese al que, en pleno siglo XXI, seguimos enfrentándonos.
La posmodernidad pone en crisis las grandes narrativas y propone la aprehensión de la realidad desde la multiplicidad de perspectivas, desde los relatos íntimos y fragmentarios que se comparten y cohabitan, desde la posición de un individuo imbuido en un torbellino de experiencias de amalgamada condición. Cuando Lyotard hace mención del ‘regreso al terror’, entonces recordamos que la posmodernidad supone una suerte de libertad en la constitución del sujeto y en la construcción incoherente de su experiencia vital -factor que, lejos de ser un alivio, resulta en un fenómeno vertiginoso-. Sí, se desvanecen los grandes marcos discursivos: es ahora en el individuo en quien recae gran parte del establecimiento de sus propios marcos de acción. 
De ahí que...
el vértigo. 
De ahí que...
la náusea frente a un mar de posibilidades.

Obras citadas:
Lyotard, J. (1984). The Postmodern Condition: A Report on Knowledge. Minneapolis: University of Minnesota Press.

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