Algo 'monstruoso' en Baudrillard

“Todo se metamorfosea en el término contrario para sobrevivirse en su forma expurgada. Todos los poderes, todas las instituciones, hablan de sí mismos por negación, para intentar, simulando la muerte, escapar a su agonía real. El poder quiere escenificar su propia muerte para recuperar algún brillo de existencia y legitimidad” (Baudrillard, 1978; p. 41).

MUERTE – NEGACIÓN – EXPURGAR – METAMORFOSIS – AGONÍA – PODER – LEGITIMIDAD

La ‘realidad’ y la ‘ficción’ están tan intrincadas entre sí que resulta casi, sino imposible, distinguir la una de la otra. Estas se tocan y contaminan iterativamente, se habitan todo el tiempo y, en ese sentido, devienen en un todo de improbable disolución. De ahí que, por ejemplo, el simulacro no pueda permanecer en el umbral de lo artificioso, puesto que su acontecer tiene implicaciones en ‘lo real’ y, consecuentemente, ‘lo real’ absorbe también de esa ficción, y se alimenta y crece con ella (como sucede con una masa de plastilina a la que se le ha fundido con un nuevo color).

Ahora bien, he encontrado un denominador común para las palabras que rescaté de la cita de Baudrillard (uno de todos los posibles, claro está), que además ilustra las ideas anteriores: la figura del ‘monstruo’. Desde que somos pequeños se nos introduce la noción de lo ‘monstruoso’ y nos encontramos ya en los cuentos, en las películas y hasta en la conciencia, con variopintas materializaciones de dicha noción. ¿Por qué dicha figura muta ágilmente y está tan presente en la cultura popular?

1. La expurgación es, quizás, uno de los motivos.
2. El monstruo es como una suerte de construcción, por negación, de lo que se supone es o debe ser el 'ser humano'.
3. En el monstruo recae todo eso que es vetado dentro de la categoría de ‘ser humano’.
4. En el monstruo recae todo lo indeseable frente a la construcción de una categoría ‘ideal’ de ‘ser humano’.

Cuatro posibles respuestas rondando bajo el mismo concepto.

El monstruo podría ser, por lo tanto, una herramienta tan ficticia como real que el ser humano usa para “escapar de su agonía”, para purgar los males sociales en un otro ficticio, para ocultar -tras el velo de un vampiro o un hombre lobo- eso que en efecto puede ser, y quedarse, nada más, con el simulacro de sí mismo. 

María Emilia

Comentarios

  1. “Aceptar lo performativo como categoría teórica y como hecho de conducta hace cada vez más difícil sostener la distinción entre apariencias y hechos, superficies y profundidades, ilusiones y sustancias. Las apariencias son realidades. Y realidades son también lo que está detrás de las apariencias. La noción de “verdad” como “natural” o “fija” se vuelve dudosa. La realidad social y hasta física se comprende como construcción, en toda su extensión, desde sus muchas superficies o aspectos hasta sus múltiples profundidades” (Schechner, 2000; p. 19).

    Schechner nos dice que el proceso de repetición y construcción es la marca distintiva de la performance, y yo encuentro una relación bastante próxima entre las alusiones de este autor y las de Baudrillard. Volviendo a lo entretejidas que están la ‘realidad’ y la ‘ficción’ para Baudrillard y que, por tanto, de eso resulta entender al mundo como constructo, me encuentro con que los estudios de performance se alimentan de la posibilidad de que todo
    se performe
    se cree
    se construya
    y de que, consecuentemente, se vean agrietados los preceptos de autenticidad, originalidad, espontaneidad y naturalidad…

    Bibliografía:

    Schechner, R. (2000). Performance. Teoría y prácticas interculturales. Universidad de Buenos Aires.

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