Archivar es interpretar.

Archivar puede ser la tarea más fastidiosa si se la entiende únicamente como una forma de recopilación y registro de obra, como la labor de un minucioso y temático adicto al orden o de un fanático del control. La realidad es otra. El archivo es una posible puerta al análisis, la crítica, pero también a la creación. La historia y todas las grandes estructuras narrativas son paradigmas deconstruibles, pues ningún registro es una verdad totalizadora. Indagar en los archivos es una forma para adentrarse en un ejercicio de cuestionamiento. ¿Quién escribe qué? ¿Bajo qué contexto? ¿por qué razones? Esa es la verdadera posición de una documentación activa. Nunca dar nada por sentado y regresar sobre material ya clasificado para dotarle de nuevos significados. 

Desde esa posición, archivar indaga y crea, como lo hacen las exploraciones en biopolítica. Atajar la vida desde un estudio profundo de acontecimientos pasados con la esperanza de moldear el futuro. No obstante, eso desencadena una nueva discusión. ¿No era el arte una expresión de la irracionalidad? ¿Por qué tienen que intervenir tantas justificaciones escritas para validar la existencia de este nuevo arte? ¿Qué tiene que ver eso con arte?

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